Speechless es una película sobre el conflicto que puede conllevar la diferencia de culturas. Sus protagonistas hacen frente a la homosexualidad de distintas maneras porque se han criado en contextos muy diferentes, pero, aún así, se ven unidos por el amor. Aunque la dirección es bastante simple y las interpretaciones carecen de experiencia, la película destaca por el tratamiento del conflicto cultural llevado al terreno de la homosexualidad.
Este drama con toques de thriller capta nuestra atención con rapidez gracias a su potente plano inicial. En una región rural de China, un hombre es encontrado a las orillas del río. Desconocemos su origen y observamos con impotencia cómo Luke (nombre que conoceremos mucho después) se niega por completo a hablar. Tan solo Jiang, uno de sus asistentes en el hospital, consigue establecer un lazo afectivo con él y, cuando escucha que Luke será enviado a un manicomio, decide llevárselo con él al pueblo donde se crió, con esperanza de que pueda así encontrar la paz que necesita.
Poco a poco, vamos descubriendo el motivo del silencio de Luke. Él es homosexual y llegó desde Francia de intercambio. En China empezó una relación con Han, un chico que tenía novia, pero todo terminó mal. Acostumbrado a la libertad francesa, Luke no fue consciente de lo diferente que era la situación para Han, criado en la opresiva China rural. Con sutileza, la película muestra la incomunicación entre culturas. Lástima que el método empleado para desvelar el misterio sea un tramposo flashback que corta por completo la narración.
La cuidada fotografía presenta bellos planos de China y los personajes, mientras que el importantísimo sonido nos envuelve, ya que el diálogo es escaso. A fin de cuentas, el protagonista ha perdido el habla y su amigo no se molesta en instarle a hablar. No en vano la cultura china es propicia a la paz del silencio. Una amistad se forja sin palabras y, al final, cuando Luke consigue salir adelante y decide recuperar el habla, es Jiang quien le insta a mantenerse en silencio. No siempre necesitamos palabras.
Crítica de Juan Roures