Tommasco (simpático Riccardo Scamarcio) tiene un secreto que confesar en la cena familiar, pero, justo cuando va a contarlo, su hermano Antonio se adelanta con uno mayor. Eso es todo lo que sabía de la comedia italiana Tengo algo que deciros antes de verla. Imaginad mi cara de sorpresa al escuchar a Tommasco decir que es gay… ¡Y a su hermano decir que él también!
El film obtuvo 11 nominaciones a los premios David di Donatello
Ya era hora de ver esta situación en pantalla. Cuando la homosexualidad era un tema tabú, que un familiar fuera gay parecía casi imposible. Por tanto, la posibilidad de que dos lo fueran no era ni contemplada. Pero cada vez resulta más obvio que, si alguien es homosexual, la posibilidad de que algún familiar lo sea es mayor… Y la probabilidad de que el propio hermano lo sea es prácticamente del cincuenta por ciento. Parece que la teoría de que la homosexual está en los genes cobra fuerza.
Pero tener un hermano homosexual no siempre facilita las cosas. Cuando su hermano sale del armario, Tommasco pierde la esperanza de hacerlo. Su familia ya ha sufrido suficiente shock. Al afirmar su homosexualidad, Antonio no ha sido consciente de la situación en que ha dejado a su hermano: solo ha pensado en soltarlo y, si es necesario, olvidarse de todo, pero ahora Tommasco debe lidiar con las consecuencias mientras sigue guardando el molesto secreto.
Tengo algo que deciros es una película gay, pero, sobre todo, es una película sobre la familia. Cada miembro de la familia Cantone tiene sus propias excentricidades y debe aprender a convivir con las del resto. ¿No son así todas las familias? Solo dándose cuenta de esto podrán la madre burguesa, el padre arcaico y la hermana amargada aceptar a Tommasco y Antonio por lo que son. Cada uno a su ritmo, por supuesto. Aunque será la soñadora abuela, que vive inmersa en un amor perdido del pasado, la que dará al protagonista la clave de la vida: persigue tus sueños y vive la vida que tu deseas antes de que sea demasiado tarde.
Tengo algo que deciros es una agradable comedia cargada del sentimiento nostálgico propio del cine italiano, gracias en gran parte a los bellos planos del atardecer y la envolvente música. Quizá tiene un ritmo algo pausado y un guión irregular (algunas escenas aburridas se alternan con otras absolutamente desternillantes, especialmente las concernientes a unos amigos gays que deciden hacer una original visita a la familia), pero se trata de una película fresca y agradable que nos recuerda que sólo mediante la aceptación de los demás y de uno mismo se puede alcanzar la felicidad.
Crítica de Juan Roures