La película Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) se vendió como “el western gay” o “la revisión del género western”. De hecho, muchos libros y críticos la incluyen dentro del género western (conocido en castellano por los enemigos de los anglicismos como “películas del oeste”). Pero, ¿es realmente Brokeback Mountain un western?
Los géneros cinematográficos no son algo estático, pero sí tienen varias características clave. En principio una película se incluiría en el género western por estar situada en los tiempos en que los estadounidenses se extendían por el Nuevo Continente y luchaban por forjarse un hogar (sufriendo los ataques de los indios) o por restablecer la paz en ciudades sin ley (ante malvados forajidos).
Con el tiempo, se pensó que era la base psicológica la que contaba, al margen del exacto momento histórico. Un western contrapone al bien y el mal, los que luchan por defender a los indefensos y los que se aprovechan de estos, y suele contar con protagonistas solitarios para los que el bien ajeno es el único sentido de la vida.
Visualmente, un western se caracteriza por planos generales del desierto, vaqueros, caballos, ranchos, indios, duelos, diligencias y el mítico saloon, sede de enfrentamientos. La diligencia (John Ford, 1939), Río rojo (Howard Hawks, 1948) o Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952) o Centauros del desierto (John Ford, 1956) son claros ejemplos de esto.
El western ha dado lugar a muchas revisiones, destacando el western crepuscular (para el que el carácter épico del género se pierde), en Sin perdón (Clint Eastwood, 1992), el Spaguetti Western, situado en Italia, en El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966) o el chili western, situado en México, en El topo (Alejandro Jodorowsky, 1970), pero todos ellos coincidían en la mayoría de parámetros mencionados.
Brokeback Mountain, sin embargo, es la historia de dos vaqueros gays que viven un romance prohibido en el verano de 1963 que cambiará sus vidas para siempre. ¿Tiene esto algo que ver con todo lo mencionado? Salvo por los bellos paisajes de la América profunda y los sombreros de cowboy, no mucho. Pero, eso sí, la decisión de dar una “estética western” al primer blockbuster gay es toda una metáfora de la aceptación de la homosexualidad por la sociedad estadounidense. Quizá por ello no debamos discutir la denominación de “western gay”, aunque, eso sí, observad de cerca a los protagonistas de casi cualquier película del oeste y descubriréis más amor que amistad entre muchos de ellos.