Joe Miller, de Philadelphia, 1993
Jamás olvidaré el día en que Andrew Beckett se presentó en mi despacho. Su bufete le había despedido por contraer el SIDA y ahora era él quien necesitaba un abogado. Y parece que todos le cerraron la puerta. A mí los gays no me gustaban, lo admito, así que pensé que no era la mejor opción para defender su caso. Pero, si algo soy, es profesional, así que no pude negarme.
Al principio pensé que se trataba de un gay contagiado por el SIDA que buscaba pagar su situación con alguien. Si le habían echado, sus razones tendrían… Pero pronto comprendí que Beckett había sido despedido por ser gay. Y no se trata de que te gusten o no los gays, sino de que, por ley, ese no es motivo de despido. Y la ley es lo primero, así que me tomé el caso muy en serio.
Lo curioso es que terminé aprendiendo más que con cualquier otro trabajo. Beckett era gay porque así había nacido y había contraído el SIDA por mera mala suerte. Ninguna de las dos cosas era culpa suya y merecía mi apoyo. Conforme fui conociéndole, se ganó también mi respeto. Y finalmente mi admiración y cariño.
Preguntas para el debate sobre la película Philadelphia, 2005
-¿Crees que existe homofobia en los lugares de trabajo hoy en día?
-¿Qué consejos les darías a aquellas personas que se han contagiado del VIH?