Soy el escritor Melvin Udall y admito que tengo mis manías. O eso me dice la gente. Yo lo considero “mantener el orden”. De todos modos, lo que no soportaba era el chucho de mi vecino. Ni al vecino tampoco, me parecía un mariquita, siempre de rosa y haciendo dibujitos. Al final tiré a su perro por el tubo de limpieza.
El pobre chico vino a quejarse y le cerré la puerta en la cara, mucho carisma no tenía. Lo gracioso es que tuvo un accidente y su novio (o lo que fuese) me obligó a cuidar del perro como castigo por haberlo tirado a la basura. Curiosamente, cuidar del perro no estaba tan mal después de todo. Y hasta parecía que él estaba a gusto conmigo. Cuando su dueño se recuperó le devolví al perrito… Y descubrí que le echaba de menos.
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Al final hasta mi vecino me cayó bien. Él no tiene la culpa de ser gay. No lo ha elegido. Y, de todos modos, cada uno tiene que ser libre de amar a quien quiera. Yo mismo me enamoré de la camarera de mi restaurante favorito. A mis años, con una chica como ésa. ¿Quién era yo para decir a nadie de quién enamorarse?
Preguntas para el debate sobre la película Mejor… imposible, 1997
-¿Has tenido problemas con los vecinos por ser gay?
-¿Crees que es difícil cambiar el punto de vista de las personas mayores sobre la homosexualidad?
-¿Es la gente homófoba por no conocer a nadie homosexual?